Esta idea ha vuelto a ver la luz tras la muerte de un pequeño en Valencia. El niño de dos añitos padecía cáncer y en su última sesión de quimioterapia, antes de someterse a una operación de riñón que terminaría con su batalla contra el cáncer, recibió una dosis diez veces superior a la prescrita. Este error se debíó a un olvido del médico, quien no puso una simple coma.
Estoy de acuerdo en que el número de fallos debe de ser mínimo, pero, ¿alguien es capaz de realizar día a día su trabajo sin cometer un mínimo error? No cabe duda de que en estos casos el nivel de exigencia es muchísimo mayor, pero también debemos comprender que es un trabajo y que hablamos de personas que, como todo el mundo, tienen días malos en los que pueden cometer algún fallo, aunque a veces -por desgracia- éste traiga serias y tristes consecuencias.